ENFERMEDAD MENTAL Y PERSONALIDAD



Michel Foucault · Maladie mentale et personalité · París, 1954










SOBRE SU VIDA [Poitiers 1926 · París 1984]




Michel Foucault está considerado uno de los pensadores más influyentes de la segunda mitad del siglo XX. Su producción intelectual se desarrolló en los ámbitos de la filosofía, la psicología, la sociología e incluso la historia; aunque nunca admitió ninguna definición de su perfil en esas líneas, se consideró a sí mismo como un arqueólogo de la cultura.






En el año 1945 no consiguió ingresar en la Escuela Normal Superior de París y declinó como segunda opción hacia el Liceo, donde conocerá al filósofo Jean Hyppolite; al año siguiente accedió a la primera opción académica. Foucault alcanzó la licenciatura en Filosofía en la Sorbona que le permitió conocer a relevantes pensadores como Merlau-Ponty, Pierre Bordieu o Jean-Paul Sartre, entre otros. En 1946 completó además la licenciatura en Psicología recibiendo el diploma en Estudios Superiores de Filosofía, con una tesis sobre Hegel supervisada por Hyppolite. En 1950 ingresó en el Partido Comunista francés, aunque pronto las intromisiones a su ámbito personal le llevarán a desvincularse del mismo; en este periodo la vida de Foucault atravesó dificultades que le llevaron a episodios depresivos y a tentativas suicidas.






En 1951 accedió al Hospital Psiquiátrico de Saint Anne como psicólogo y será profesor en la Escuela Normal Superior. En esta época se dedicó a estudios sobre manifestaciones artísticas hasta 1953, cuando participó en un Seminario de Jacques Lacan, aproximándose a Nietzsche a través de personajes como Maurice Blanchot o George Bataille. Más tarde, ingresó en la universidad de Upsala en Suecia y escribió Historia de la locura en la época clásica (1961) que utilizará para su tesis doctoral en la Sorbona. Hasta el año 1970 se dedicó al estudio de Freud, Lacan o Piaget entre otros, donde se localiza su mayor producción intelectual y académica. Durante estos años publicó algunas de sus más importantes obras, como El nacimiento de la clínica (1963), Las palabras y las cosas (1966) o La arqueología del saber (1969). En 1971 ocupó la cátedra de Historia de los Sistemas de Pensamiento que antes dirigiera Hyppolite. En 1975 publicó una de sus obras más influyentes, Vigilar y Castigar, donde critica a las instituciones penitenciarias y educativas como formas de represión y dominación de colectivos socialmente disminuidos. En 1980 publicó Microfísica del poder, al hilo de las anteriores, como extensión de las estructuras de dominación que los sistemas e instituciones despliegan hacia la subyugación de los sujetos.






Su proyecto más extenso se conformó en varias obras relacionadas con la historia de la sexualidad, que no llegó a concluir debido a su muerte prematura. Sólo publicó La voluntad de saber (1976), El uso de los placeres (1981) y La inquietud de sí (1984).






































SOBRE SU OBRA






Foucault fue caso representativo del intelectual comprometido con su época, elaborando una original crítica a las ciencias humanas modernas, cuando denota que la construcción de la verdad carece de objetividad por su concepción divagadora y orientada. Esto se demuestra en cualquier periodo de la historia, cuando la forma de pensar la verdad pasa por una formación inconsciente de la misma. En su pensamiento estriba una fuerte crítica a los sistemas o doctrinas de su época, tendente a formalizar una posición frente a la propia vida que impactó en la sociedad, de ahí su importante influencia también en los movimientos sociales.






Trató de descubrir las estructuras subyacentes que determinan el modo de percibir y pensar los objetos, que según su criterio aparecen en la historia de forma discontinua (cortes epistemológicos). Las investigaciones que realizó sobre la arqueología del saber y sobre el orden del discurso constituyen la base de todo su pensamiento filosófico. En el ámbito de la sexualidad y los intentos sociales de normalización de los comportamientos devenidos, demostró que el género heterosexual es un fenómeno moderno, frente al homosexual. En su labor como intelectual proclamaba que «hay que enseñar a la gente que son mucho más libres de lo que se sienten», pues «aceptan como verdad, como evidencia, algunos temas que han sido construidos durante cierto momento de la historia y que esa pretendida evidencia puede ser criticada y destruida»; propone cambiar «algo en el espíritu de la gente»






En su lucha contra las «nuevas tecnologías del poder» establece que las revoluciones sociales o la creación de instituciones protectoras de los derechos humanos, no son más que regresiones jurídicas que apuntan hacia una normalización aceptable. Como también acepta que la inteligencia resulta inútil contra las formas de opresión, pues en suma llevan a los individuos de una autoridad disciplinaria a otra, añadiendo otro discurso del poder: todos somos parte del «mecanismo de la maquinaria panóptica» y estamos por tanto investidos por los efectos del poder.






SOBRE ENFERMEDAD MENTAL Y PERSONALIDAD (1954)









Cuando revisamos las diversas biografías y bibliografías de Foucault es interesante destacar que su primera obra publicada como libro en 1954, la que nos ocupa, aparece y desaparece según el criterio de quien suscriba. El mismo Foucault manifestó que no estaba del todo satisfecho con esta primera obra, cuando años más tarde había superado sus propias tesis sobre la psicología y los patrones establecidos por las ciencias humanas. Más representación en el ámbito de los estudios psicológicos y psiquiátricos se advierte en su obra posterior Historia de la locura en la época clásica (1961), donde muestra un recorrido por las concepciones y tratamientos de los enfermos mentales, desde el encierro de los leprosos durante la Edad Media hasta la concreción de la enfermedad mental con Freud. Analiza cómo el sujeto pasa de la aceptación social al encierro, desde que la locura se considerase una enfermedad del alma hasta los avances psiquiátricos de su época. Respecto a los tratamientos de curación o terapéutica empleados, cuestiona las diferentes técnicas aceptadas, hasta el punto de considerarlas medios de brutalizar al paciente hasta que interiorice los patrones de juicio y castigo infringidos.






En sus críticas a las instituciones psiquiátricas en los años cincuenta, tras la publicación de Enfermedad mental y personalidad y más tarde con Historia de la locura, se pondrían de manifiesto los resortes que movían la creación de toda una normalización del diagnóstico y tratamiento de los enfermos mentales. La exclusión social, la privación de derechos elementales —incluso la declaración de incapacidad mental en el orden jurídico—, la violencia y opresión practicadas en los hospitales psiquiátricos en régimen de custodia y férrea jerarquía —antes llamados manicomios o asilos para locos— o los dudosos diagnósticos clínicos, son factores que se alejan de la verdadera naturaleza social del enfermo y de la concepción filosófica de la enfermedad mental. La intención ocultada de las instituciones psiquiátricas deviene del silenciamiento de la locura, aislando al enfermo respecto a la sociedad general y de su propia familia en particular, con represivos tratamientos farmacológicos que anulan su personalidad. Esta tesis podemos observarla cuando indica que «nuestra sociedad no quiere reconocerse en ese enfermo que ella encierra y aparta; en el mismo momento en que diagnostica la enfermedad, excluye al enfermo»






La clásica diferenciación entre lo normal y lo patológico —raciocino y locura— convierte los manicomios en un paralelismo de las prisiones: se juzga al delincuente —al enfermo se diagnostica—, se condena a privación de libertad —el enfermo se interna— y se establece un tratamiento de rehabilitación mediante un riguroso control, una rutina disciplinaria y la negación de los órdenes ociosos o placenteros del ser humano. La psiquiatría actúa así como representante absoluto de la autoridad: actúa como poder legislativo elaborando tesis médicas irrefutables, como poder judicial diagnosticando la enfermedad mental y como poder ejecutivo, aplicando los tratamientos y la privación de derechos.






Foucault plantea en qué condiciones podemos hablar de enfermedad mental en el campo psicológico, así como las relaciones que se venían estableciendo entre los hechos de la patología mental y la patología orgánica, demostrando que no debían establecerse paralelismos ni unidades concretas, pues «no podemos admitir de lleno ni un paralelismo abstracto ni una unidad masiva entre los fenómenos de la patología mental y los de la orgánica; y es imposible trasportar de una a la otra los esquemas de abstracciones, los criterios de normalidad o la definición del individuo enfermo»






Propone, por el contrario, que la raíz de la patología mental sólo se localiza cuando reflexionamos sobre el hombre mismo, analizando la enfermedad y su evolución, la historia individual, correlacionando con la existencia y la angustia generada. El prejuicio de esencia —por el que la enfermedad toma entidades anteriores e independientes a los síntomas— y el postulado naturalista —enfermedad como especie natural y unitaria definida en caracteres específicos—, plantea un paralelismo abstracto entre ambas patologías que debe abandonarse. Así, la enfermedad mental en palabras de Foucault, debe ser pensada como una «reacción global del individuo», abarcando una totalidad fisiológica o psicológica, afectando en gran medida a la personalidad del sujeto, y admitiendo finalmente que «la ciencia de la patología mental sólo puede ser la ciencia de la personalidad enferma»






Foucault propone así la simbiosis irrefutable entre las manifestaciones mórbidas y la individualización del enfermo en cuanto a sus rasgos personales, quien ha estado excluido de su propia enfermedad por la psiquiatría. En tal sentido, afirma que «la enfermedad mental implica siempre una conciencia de enfermedad; el universo morboso no es un absoluto en el que se anulan las referencias a lo normal»






Por otro lado, los episodios puntuales de angustia o su permanencia en el enfermo, deben tomarse en relación con la existencia como forma de experiencia, cuando indica que «la angustia es una forma de experiencia que desborda sus propias manifestaciones y no puede dejarse reducir por un análisis de tipo naturalista»






Según Matías Abeijón en su estudio sobre las críticas a la psicología de Foucault, en efecto el «mundo mórbido es el terreno existencial de la enfermedad mental», cuando incluso se recurre a la reflexología pauvloviana, tomando la dialéctica de unión/oposición entre los procesos de excitación/inhibición del sistema nervioso.






La significación de la actividad onírica en la construcción psicológica anterior a las primeras críticas de Foucault, en la línea de considerarla un texto a descifrar en psicoanálisis o a constituir en fenomenología, pasa a ser evaluada como una experiencia existencial que está dentro de las estructuras mentales del hombre, resultando por tanto vana su reducción anterior.






Respecto a las condiciones de la enfermedad, en la que ocupa la segunda parte de la obra, reflexiona sobre las implicaciones e imbricaciones que la sociedad, la alienación histórica, la inercia patológica o los fenómenos paradojales tienen sobre el enfermo y su enfermedad. Si en efecto «la enfermedad no tiene realidad y valor de enfermedad más que en una cultura que la reconoce como tal», si descontextualizamos las circunstancias podríamos encontrarnos ante una «contradicción de la experiencia», sin llegar a la vida psicológica del sujeto y por tanto en ausencia de enfermedad. Por otro lado, si como sanciona «las enfermedades mentales lo son de la personalidad toda», tendrán su origen en «las condiciones reales de desarrollo y de existencia de la misma»




Quizá reforzada por la cinematografía y la literatura fantástica, pero también por la experiencia real de propios y extraños, la valoración social de los hospitales psiquiátricos es reconocible en lugares siniestros, donde una parte de la realidad humana, deformada y horrenda, ha de ser vigilada y reprendida con la farmacopea, con electrochoques o lobotomías, técnica esta última que figura como un episodio de barbarie en la historia de la psiquiatría pero que se empleó hasta 1967. Una imagen del averno en la tierra, al modo de Dante como no podría ser de otra forma en la iconografía occidental, donde tienen lugar extraños sucesos, preferentemente durante la madrugada, donde la parapsicología encuentra campo de investigación. Películas como Alguien voló sobre el nido del cuco de Milos Forman (1975), Despertares de Penny Marshall (1990) o más recientemente El intercambio de Clint eastwood (2008) ambientada en los años veinte, recrean con la servidumbre de la corrección historias relacionadas con los manicomios. En la primera, advertimos cómo un delincuente violador es recluido en un hospital psiquiátrico debido a su personalidad desordenada y amenazante, que bajo la inflexible disciplina del centro acaba desencadenando graves enfrentamientos entre los enfermos y el personal médico. En la segunda comprobamos cómo un inquieto neurólogo destinado contra su interés a un hospital psiquiátrico, obstinado en la curación de la encefalitis letárgica con un nuevo medicamento, tendrá que sortear infranqueables obstáculos contra la experimentación e innovación científica, destinada a unos enfermos que son preferibles en estado vegetativo para el sistema sanitario. En el último ejemplo, se nos relata la historia real de una madre en busca de su hijo desaparecido, cuya persistencia llegará a convertirse en un asunto molesto para la incompetente y corrupta policía de Los Ángeles, que acaba sobornando a un psiquiatra para que le certifique una incapacidad mental y así poderla internar en un manicomio.































Enfermedad mental y personalidad supone una de las más originales y tempranas críticas a la psicología moderna, cuando aún la significación de la locura está enajenada de la sociedad, sancionada como una desviación que ha de permanecer oculta, en la misma línea de opacidades que denotan la aversión a la homosexualidad y la delincuencia. Los caminos de Foucault confluyeron en la concesión de una crítica sólida a las instituciones del poder social y político, resaltando a los marginados, los desfavorecidos y en general a quienes son privados de la palabra, dentro de un orden que otorga la imperfección humana a las minorías, pues como asegura «la revolución burguesa ha definido la humanidad del hombre por una libertad teórica y una igualdad abstracta»