EN LA CUMBRE

El horizonte, sobre el océano e imbuido de sí mismo, marca bajo la altura la indecisa línea de la vida, más allá de la propia dimensión geográfica, del alcance de cualquier mirada y de los medios de transporte; una imagen rectilínea que confirma los límites de la tierra que pisamos. Así, como en la inconmensurable trascendencia humana, el hombre crea todo cuanto desconoce y el instinto adivina.